Medio siglo después del apogeo de Woodstock, cuatro claves de la filosofía del hippismo pueden aportar nuevas visiones a nuestra existencia.
El pasado año, Paulo Coelho publicó sus memorias bajo el título Hippie. En ellas recordó su viaje juvenil en el Magic Bus,la legendaria línea de autobús que partía de la vieja Europa para recorrer el hippie trailhacia Kabul e India. La forma de vida que recogió el musical Hair, llevado al cine por Milos Forman a finales de los setenta, fue absorbida por el mainstream, pero en los tiempos actuales hay cuatro claves del hippismo que pueden revitalizar nuestra existencia.
1. Idealismo. Del mismo modo que, hace medio siglo, los jóvenes norteamericanos se rebelaron contra la autoridad de sus padres y de un Estado belicista, atrevernos a ir contracorriente puede sacarnos de la resignación. En su acepción filosófica, el idealismo postulaba que el ser humano crea su propia concepción del mundo a través de la reflexión. Si las ideas valen más que los hechos externos, es posible salir del fatalismo para atrevernos a imaginar cómo deseamos vivir. Más allá de lo que hagan los demás, el primer paso es preguntarse: “¿Cuál sería mi vida ideal?”. La siguiente cuestión sería: “¿Qué debo hacer para lograr esa vida ideal?”. Y no menos importante: “¿Qué debo dejar de hacer para vivir como yo quiero?”. Eso nos lleva al siguiente valor del hippismo que puede revolucionar nuestro día a día.
2. Minimalismo vital. Los hippies renunciaban a las comodidades burguesas, a acumular posesiones e hipotecar su tiempo solo para ganar dinero. Podemos resumir esta filosofía como “tener menos para ser más”. En la actualidad seguimos abrumados por la acumulación: nuestra casa está llena de cosas que no utilizamos; acumulamos en el móvil fotos que casi nunca volvemos a ver; tenemos en las redes sociales miles de amigos a quienes no conocemos.
Cuantas menos cosas tengamos, más fácil será mantenerlas, con lo que, además de ahorrar dinero, ganaremos tiempo. ¿Por qué tener el armario lleno de ropa si casi siempre nos ponemos las mismas prendas, las que nos hacen sentir mejor? ¿Qué sentido tiene consumir horas en las redes si no tenemos tiempo de quedar con nuestros verdaderos amigos? ¿A cuántas citas, en cambio, acudimos por mero compromiso? Siguiendo la idea de Miguel Ángel con el bloque de mármol que ocultaba la escultura, para embellecer nuestra vida solo debemos quitar lo que sobra.
El mayor acto de rebelión contra la modernidad es volver a lo analógico para conectar con nosotros mismos
3. Volver a lo analógico. Los jóvenes que en 1969 acudieron a Woodstock exhibían largas melenas, camisas y pantalones desgastados, amplios vestidos y túnicas que recordaban a los indios norteamericanos. Con sus flores y colores brillantes, la estética hippie evocaba un feliz regreso a los orígenes de la tribu.
Hoy, el mayor acto de rebelión contra la vacía modernidad es el regreso a lo analógico. Utilizar una cámara con carrete, dando valor a cada clic. Tener encuentros no virtuales con amigos. Cambiar las pantallas por un paseo por el campo, disfrutando de la desconexión que nos conecta con nosotros mismos. ¿Y si probamos a vivir, aunque solo sea unas horas al día, tal como era el mundo antes de Internet? Comprobaremos que un simple paseo dejando el móvil en casa es un bálsamo para los nervios, además de procurarnos una insólita sensación de libertad.
4. Paz mental. Uno de los lemas del hippismo era “Amor, paz y armonía”. Esa aspiración tenía como foco la guerra de Vietnam o la amenaza de la Guerra Fría.
En el mundo actual hay menos conflictos bélicos a gran escala, pero la presión social y el individualismo hacen que más de uno esté en guerra consigo mismo. Nos causan enfado o decepción nuestro cuerpo, los ingresos de los que disponemos, el reconocimiento que no acabamos de obtener. Y nuestra propia insatisfacción nos lleva a pelearnos con los demás. Así como en la comuna hippie las diferencias no eran un problema, la clave para estar en paz con uno mismo es aceptarse con todas las imperfecciones, “dejarse estar” y vivir de manera armoniosa con lo que uno es.
Francesc Miralles es escritor y periodista experto en psicología.
Exconectados:
Esta es la etiqueta que utiliza el filósofo y escritor Enric Puig Punyet para quienes están optando por desconectarse de las redes, como explica en La gran adicción (Arpa), que recoge 10 testimonios de personas que han decidido salir definitivamente de Internet. No quieren seguir atrapados por las redes, que según el publicista y coach Gabriel García de Oro se llaman así por algo: si nos dieran libertad, las llamaríamos alas.
Explica Puig Punyet: “¿Quién no ha sentido alguna vez, saturado tras pasar horas y horas ante una pantalla, enlazando impulsivamente una página tras otra, el impulso de apagar el ordenador y tirarlo por la ventana?”.
De hecho, pioneros de la cultura digital como Steve Jobs y Bill Gates restringían el uso de tabletas y otras pantallas a sus hijos, a sabiendas de los efectos perniciosos de los dispositivos que habían creado.