Buenas tardes,
El otro día entendí con todo su sentido el proverbio: “A veces los árboles no te dejan ver el bosque”. Sucedió en un encuentro con Leonor Fernández, una sabia psicóloga jungiana con la que comparto despacho.
Le estaba contando mis agobios con las obligaciones, el dinero y la falta de tiempo, cuando sacó una bolsa llena de clicks de Famobil y me propuso que pusiera sobre la mesa a los actores de esta obra, un poco como una constelación familiar.
El reparto quedó como puede verse en la foto de la cabecera, en la que yo soy el hombrecillo de rojo, el tipo sentado son los problemas y el mago los recursos o soluciones. No dio tiempo de analizar mucho, porque enseguida llegó una visita, pero el “retrato” de mi situación en base a esta familia de muñecos me dejó pensando.
A menudo cuento que, cuando estoy en un avión, los problemas me parecen mucho más solucionables, porque veo mi vida cotidiana con distancia y entiendo con más claridad mis movimientos y contradicciones. Eso me facilita tomar decisiones.
Volviendo al proverbio, los árboles del día a día —las urgencias, trabajos y compromisos—, no nos dejan ver el bosque. Y entender la propia vida es, sobre todo, una cuestión de perspectiva. Por eso nos resulta tan fácil ver los errores ajenos y tan difícil darnos cuenta de los nuestros.
Si mejorar la propia existencia es una cuestión de distancia, hay varias maneras de adquirir esa perspectiva sanadora:
- Viajar para, desde un mundo distinto, entender qué podemos hacer mejor en este.
- Una conversación nutritiva con un amigo que no nos juzgue y nos ayude a ver el lado soleado de las cosas.
- Escribir, ya que la mano va más lenta que el pensamiento y llega a conclusiones más temperadas y profundas.
- Una terapia que nos permita enfocar la situación desde otra mirada.
- Ponerle sentido del humor para ganar distancia pues, como decía Groucho Marx: tragedia + tiempo = comedia.
Cuando logremos ver el bosque, dejaremos de chocar contra el mismo árbol y descubriremos que hay muchos más senderos de los que creíamos y que, donde termina el bosque, nos espera un nuevo mundo con horizontes más amplios.
¡Feliz semana!