Buenas noches,
Hace unos días estuve en Nueva York con dos escritores para presentar un libro y filmar un podcast, además de celebrar el cumpleaños de una vieja amiga.
No fui a un solo museo, cosa que suele suceder en muchos de mis viajes. Especialmente en lugares a los que he vuelto muchas veces, como este, lo que me gusta es repetir los mismos rituales.
Siempre que paso por NYC voy a ver un par de conciertos de jazz, normalmente en el Blue Note y en el Village Vanguard, y paso por un bar donde los aspirantes de Broadway cantan alrededor de un piano como si no hubiera mañana.
Mi velada favorita, sin embargo, siempre es en el Pete’s Candy Store, una antigua tienda de caramelos de Brooklyn reconvertida en sala de conciertos más que alternativa. Dentro de lo que parece un vagón de tren hay sesiones de open micro y, cada tarde, tres conciertos distintos donde los artistas cobran los dólares que el público quiere echar dentro de un cubo.
Me encanta meterme en ese vagón —muchas veces con solo 7-8 espectadores más— y escuchar las bandas variopintas que allí despliegan su show. Algunas son debutantes. Otras tienen aún pocas canciones y, al cabo de media hora, se les acaba la cuerda.
Yo los contemplo con el entusiasmo de un cazador de estrellas, como el protagonista de Ojalá estuvieras aquí: https://amzn.eu/d/cKVxBvs Pues para mí son eso: estrellas nacientes que albergan todas las posibilidades.
Suele pasar que de todo el setlist solo me seduzca una canción o dos, pero eso basta para que, al terminar, vaya a felicitar a los artistas y les señale el tema que me ha gustado. Que un tío raro de Barcelona les venga a comentar canciones en aquel club fuera de toda ruta les sorprende sobremanera y se muestran muy felices.
Este oficio de cazador de estrellas nacientes no es muy distinto del que practico con mi querida Silvia Adela Kohan cuando hacemos un taller literario. A veces un alumno tiene muchas páginas llenas de textos confusos, pero entre las líneas detectamos una idea brillante que merece la pena expandirse hasta devenir un universo literario. Entonces le ayudamos a hacerla explotar: un Big Bang en toda regla.
Por cierto, ya que hablamos de talleres y a menudo me preguntáis por eso, deciros que tenéis dos posibles citas con nosotros:
- 31 de mayo, 1 de junio y 2 de junio. TALLER-RETIRO DE ESCRITURA ESPIRITUAL en Ayumaya, un hotel mágico en las montañas de la Rioja. Trabajaremos presencialmente con 20 alumnos y tenéis la información aquí: https://www.ayumaya.es/escritura-espiritual-2/
- Para quienes viváis lejos de esos lares, ofreceremos en directo online el 6, 13, 20 y 27 de julio (de 18:00 a 21:00) un CRASH-COURSE DE ESCRITURA CREATIVA. Información e inscripciones: silviadelakohan@gmail.com
Hechos los anuncios, declarar que para mí una estrella naciente tiene mucho más valor que una galaxia recogida en cada mapa estelar. Todo el mundo sabe lo que esperar de un concierto de Bruce Springsteen o de los Rolling, pero en el artista joven -de cuerpo o de corazón- están todos los universos del mañana.
Con cariño,
Francesc
Comments
Cynthia Román
Esos escritos que me transportan, ya que miras todo con curiosidad además de poseer el heemoso arte de contar historias. Que lindo Francesc!
Fuerte abrazo 🤗😃
Francesc Miralles
Muchas gracias, Cynthia! Eres muy generosa :))
José
Llevo días pensando en este texto, que me suena y resuena a novela nocturna que quizás sucedió en un barrio y calle perdida en los laterales oscuros del centro de cualquiera ciudad y con olor y sabor a poetas y músicos sin horarios y, posiblemente, sin rumbo.
O puede que se trate, me lo recuerda también, a lugares donde ocurren las típicas historias de solitarios que tal vez huyen despedidos de algún amor.
Pero, sobre todo, me hace recordar una historia de desamor en las que el protagonista era un hombre, joven, que se acercó a un local de jazz donde un pianista, algo mayor, tocaba y tocaba, sin parar, un piano.
Aquel joven parecía venir despechado de un amor que no iba a ser y que tuvo que hacerse amigo, como nunca antes, de una o muchas copas o hasta de una o varias botellas de whisky que, posiblemente, nunca había probado hasta entonces y sin saber si le iba a no a gustar.
Y puede que le gustara, no lo sé, el caso es que acabó borracho como seguramente nunca y aunque llegó solo y solo tuvo que marchar de aquel lugar, llegó a comprender, a través de infinitas miradas, otro tipo de soledad, la de aquel pianista cuyas manos no paraban de tocar, cada vez con más fuerza, una serie de piezas de jazz y algunos blues para las personas que allí estaban y que, sinceramente, no le hacían mucho caso.
Pero entre ellos se estableció un juego de miradas que duró toda la noche. Él, el despechado, esperando que su desamor se ahogara en aquellos vasos de hielo y whisky y tal vez esperando que el pianista abandonara el piano y se sentara junto a él a llorar las muchas cosas que tenía que llorar y el pianista, estoy seguro de ello, esperando a que aquel joven le hiciera levantar de su silla, tapara la tapa del piano y alejarse, tal vez para siempre, de un piano que inmisericorde le tenía atrapado.
Yo, desde unos de los rincones de aquella sala, fui testigo de todo y aunque no hice nada por tomar partido de lo que allí estaba pasando, sí que fui tomando nota de cada mirada, de cada lágrima y copa que aquel joven se bebía y de cada mueca de dolor que aquel pianista mostraba en su rostro, para componer el poema que aquella noche necesitaba escribir.
Pasado ya tiempo de aquel día, con todas las notas de aquella noche ordenadas y con una papelera rebosante de hojas arrugadas, finalmente desistí de escribir el poema que me había propuesto, quizás fue porque la inspiración no tiene parada en mi vida o quizás porque de lo que tenía verdaderamente que escribir no tenía nada que ver con aquel joven desengañado ni, tampoco, con ningún pianista de jazz solitario, sino que tenía que ver con la propia soledad que me acompañaba yendo como iba, como aquella noche, buscando poemas que escribir en lugares como aquel.
Gracias Francesc por la inspiración.
Francesc Miralles
Pues yo veo tu texto muy inspirado, querido José. Escuchaba incluso música de jazz mientras lo leía. ¡Gracias a ti por compartirlo! Un fuerte abrazo
Oskar
Podrían pensar en el taller de escritura espiritual on line, para quienes no estamos en esos lares.
Francesc Miralles
Querido Oskar, tenemos curso on-line este junio. Te mando la info por mail. Abrazos