Buenas noches,
Para descansar un poco de esta situación angustiosa, este lunes voy a hablar de una sincronicidad muy especial.
Jung teorizó sobre las casualidades significativas, cuando el azar pone en conexión dos elementos que guardan relación entre sí, sin ser uno la causa del otro. Hay quien ve en estas coincidencias mensajes secretos de la vida o el universo.
En un artículo que escribí sobre el tema, mencioné la sincronicidad que se cita más a menudo, después de la de Jung y el Martín pescador.
Le sucedió al actor Anthony Hopkins al firmar el contrato para la película La mujer de Petrovka. Al saber que el filme estaba basado en una novela del norteamericano George Feifer, dedicó un día entero a recorrer sin éxito las librerías de Londres. Desanimado, finalmente abandonó la búsqueda del libro y bajó a la estación de Leicester Square para regresar a casa. Mientras esperaba la llegada del metro, descubrió un libro abandonado en uno de los asientos, precisamente La mujer de Petrovka.
Esta coincidencia le dejó tan turbado que apenas miró el libro en el viaje a casa. Una vez allí, descubrió que el ejemplar estaba lleno de curiosas anotaciones al margen. Eran de su anterior propietario. Pero los caprichosos engranajes del azar darían, dos años después, un nuevo giro. Al iniciarse finalmente el rodaje de la película, Hopkins conoció al autor de la novela, quien le dijo que había perdido su ejemplar anotado durante un viaje a Londres. Cuando el actor le enseñó el que había hallado en el metro, resultó ser el mismo.
Hace unos meses, cuando éramos libres de correr por el mundo, un comercial que me llevaba a una escuela a dar una charla me contó una sincronicidad aún más poderosa que la de Hopkins.
Su nombre es Raül Vera y me explicó que, estando su mujer embarazada de su hijo, los dos caminaban por una calle soleada discutiendo sobre cómo le llamarían. Tenían dos nombres finalistas, Ian o Biel.
Hablaban sobre esto, sin ponerse de acuerdo, cuando de repente se pararon delante de un pequeño matorral que brotaba entre el enladrillado. El sol del mediodía reflejaba una sombra que dibujaba de forma nítida uno de los dos nombres que barajaban. Si no lo creéis, esta es la foto que tomaron en aquel momento.
Tras esta sincronicidad, el niño quedó bautizado como Ian, y sus padres guardan esta imagen tomada con el móvil para que un día sepa cómo la vida encontró una manera prodigiosa de bautizarle.
Feliz semana,
Francesc
Comments
Judith
Alucinantes, Francesc. Buen inicio de esta rara semana. Un abrazo
Francesc Miralles
¡Buen inicio de semana también para ti! <3
Marta
He disfrutado de leer estas dos sincronicidades. ¡ QUÉ IMPACTANTES!. INCREÍBLE QUE LA SOMBRA DE UNA MALA HIERBA PUEDA ESCRIBIR UN NOMBRE.
Francesc Miralles
Sí, es un caso extraordinario :))) ¡Un abrazo enorme!
Lérida Sosa
¡Muy bonita realmente la historia, Francesc! Y me encantó Cuando pusiste: » os contaré una historia muy bonita para olvidarnos un poco de todo esto». Lo que hizo que la esperara con mucha ilusión, porque «necesitaba» olvidarme un poco de todo esto. Me emociona tu empatía y disponibilidad para brindarnos lo que en este momento necesitamos. Gracias por ser como eres. ¡Un abrazo enorme!
Francesc Miralles
Necesitamos un poco de ligereza en un mundo con tanta gravedad. Gracias por estar aquí, querida Lérida. ¡Un abrazo gigante!
Jesús
Siempre he tenido estas luces… desde hace un tiempo, se han disparado de una forma tormentosa. Y sin lectura. Las sincronicidades mías están al nivel de la que publicáis, solo que no cesan de acontecer en distintos niveles de complejidad estadística. Me siento acosado y mal.