Buenas noches,
Esta semana escribo en miércoles tras haber regresado de Nueva York. Estando allí, se produjo un atentado en el metro de Brooklyn que dejó 30 personas heridas, diez de ellas de bala.
El día antes habíamos viajado por esa misma línea y un par de veces más los días anteriores, ya que una de mis mejores amigas vive en Brooklyn. Fue puro azar que no estuviéramos en el vagón donde tuvo lugar el tiroteo.
Tras saberse esta terrible noticia, observé que mucha gente era reticente a bajar de nuevo al metro de Nueva York. Sin embargo, ¿quién te dice que la muerte no te espera en cualquier otro lugar, como en la fábula de Ispahán? Nadie sabe cómo, dónde ni cuándo exhalará el último suspiro, afortunadamente.
Esto es algo que aprendí en mi primera estancia como cooperante en los Balcanes, cuando la guerra se extendía por Bosnia y Croacia. Al ir y volver a mi destino, pasé miedo, porque viajaba en transportes llenos de soldados que podían saltar por los aires en cualquier momento.
Otros cooperantes, sin embargo, corrían mucho más peligro que yo: en especial los voluntarios a llevar camiones de provisiones hasta ciudades como Sarajevo, que estaba sitiada por los francotiradores. Como yo no tengo carnet de conducir, mi lugar estaba con los niños refugiados de un improvisado parvulario.
Una mañana, pregunté a uno de esos conductores temerarios si no le aterrorizaba hacer un trayecto que podía ser el último. Nunca olvidaré su respuesta:
—No tengo miedo. Si una bala lleva mi nombre, entonces será el fin. En caso contrario, me volverás a ver por aquí mañana.
Me pareció una manera curiosa de describir la situación. Ciertamente, hay personas que se exponen a muchos riesgos y llegan a una edad muy avanzada, mientras que otras en extremo prudentes son arrancadas de la vida por una enfermedad, un accidente o cualquier otra eventualidad.
El conductor de los Balcanes lo habría expresado así: si no hay una bala con tu nombre, puedes seguir adelante; si la hay, puede encontrarte en cualquier sitio.
Parece una idea simple, pero contiene una verdad muy obvia: puesto que la muerte puede acechar donde menos te lo esperas, no merece la pena vivir con miedo. Ahora estás aquí, eso es lo único que cuenta. Si en lugar de disfrutar del momento, te dejas llevar por el miedo, por lo que podría pasar si…, es como si no estuvieras. Una existencia así es una muerte en vida.
Esto me ha hecho pensar en una película que me impresionó mucho en mi infancia: El chico de la burbuja de plástico. Protagonizada por John Travolta, dos años antes de que triunfara en todo el mundo con Grease, narra la historia de Tod, un chico carente de un sistema inmunológico efectivo que vive aislado del mundo en una burbuja de plástico. Desde su aislamiento conocerá a Gina, una joven vecina que le visita a menudo y de quien se enamora y es correspondido.
Como la película es ya antigua, me permito explicar el final (ATENCIÓN: ESPOILER). El chico debe decidir si se queda encerrado para siempre en la burbuja de plástico, como le aconsejan los médicos, o si se aventura a abrazar a Gina, poniendo su vida en peligro. En un final épico, Tod acaba saliendo y ambos montan un caballo a galope, rebosantes de felicidad.
En este punto, el espectador se pregunta si el protagonista sobrevivirá, o si aquel momento de felicidad será el último de su vida. Pero, incluso en ese caso, ¿no contiene más vida esa escapada que una existencia entera atrapado por el miedo? ¿Qué harías si fueras Tod y, al otro lado del plástico, te aguardara el amor de tu vida?
Ahí lo dejo. Mi amigo Andrés Martín Asuero siempre dice que el gran antídoto del miedo es el amor. Amemos, pues, hasta que la bala con nuestro nombre nos encuentre.
¡Abrazos!
Francesc
PD. La foto y el título que encabezan el artículo son de un libro de Jim Feast que descubrí en el Whitney Museum. Me encanta: El tiempo extiende la vida a aquellos que sobreviven. En el otro lado del espectro, me llamó la atención una novela de Claire V. Watkins que se exhibía en la librería Strand: I Love you, but I’ve Chosen Darkness (Te amo, pero he elegido la oscuridad).
Comments
Reyes del pino montrs
Cuando pierdes un ser querido es cuando descubres el amor verdadero, que no es otra cosa que aceptar que se vaya al lugar de donde vino y dar las gracias por haberlo tenido en nuestra vida.
Francesc Miralles
Sabias palabras, querida Reyes. Un beso grande!
Tolo Alzina
Gracias querido Francesc. Siempre tienes el ladrillo adecuado para DESPERTARNOs. ¿Cuántas veces he estado muerto en vida? No sé, he perdido la cuenta. Un fuerte abrazo ??❤
Francesc Miralles
Eres un Ave Fénix, querido Tolo, nunca dejarás de renacer. Abrazos!!!
Martha Valencia Gutierrez
Imposible no suspirar, parar, y meditar. Prepararnos para un mejor morir, vivir meditando en esa circunstancia latente, en la impermanencia. amar, desear felicidad, acrecentar la compasión, confiar, ser generosos. Aquietar el caos con la simplicidad. PRECIOSO monday FRANCECS ?
Francesc Miralles
¡Gracias a ti, querida Martha! :)))
Francisco
Los momentos de subidón que te proporciona el riesgo, te hace olvidarte de dudar.
Francesc Miralles
:)))
Esther
La bala con nuestro nombre nos alcanzará sin duda alguna. Vivamos en positivo, amando, luchando y reorientando hasta que llegue el momento.
Francesc Miralles
Así es, querida Esther!! :**
Marta
El Amor….SIEMpre es la mejor respuesta…te da vida y coraje para salir de la Burbuja protectora…el ?Amor…es vitamina pura…quedas INMunzad@…excelente compartida Francesc querido….???Bravo Tod?????
Francesc Miralles
¡Muchas gracias, querida Marta!
Elena
Yo procuro”mantenerme”.Y ,de un día a otro,mi miedo ante el peligro,varía.Pero cada vez menos.el ser racionalista con mi tono religioso,me ayuda.Y CADA día me doy más cuenta de que hay personas tóxicas pululando.Con necesidad de REÑIR.Pero también PERsonas oxígeno.
Francesc Miralles
Debemos frecuentar más las personas oxígeno, pues. Abrazos!