Buenas noches, un día más tarde…
Desde que han regresado los viajes para dar cursos —con las medidas necesarias—, esto es un no parar. Tras Antequera tocó la Rioja, donde he guiado un retiro creativo junto a los maestros Anna Sólyom, Andrés Pascual y Cristina Benito.
El lugar del encuentro era un hotel rural en lo más recóndito de la sierra de Cameros. Allí, una docena de geniales participantes practicaron con nosotros Yoga, TRE, Incertidumbre positiva e Ikigai. En mi segunda sesión, horas antes de marcharnos, nos adentramos en la naturaleza frondosa para experimentar el Shinrin-yoku.
Además de explicar algunos principios de los baños de bosque japoneses, aprovechamos el paseo para explicar la filosofía del Wabi-Sabi. Este concepto japonés, que se traduce como “la belleza de la imperfección”, se inspira en la naturaleza donde…
- Nada es perfecto.
- Nada está terminado.
- Nada es para siempre.

Como explica nuestro amigo Nobuo Suzuki en su libro Wabi Sabi para la vida cotidiana, estos tres principios que iluminan las artes tradicionales japonesas tienen importantes implicaciones en el arte de vivir:
- El mismo Gaudí decía que la línea recta es del hombre y la curva es de Dios. Si asumimos que nada es perfecto, entonces desaparece la ansiedad y nos permitimos ser como somos, asumiendo que el resto del mundo es como es. Esto nos enseña a ser tolerantes y empáticos, lo cual no implica ningún tipo de resignación, como veremos en el siguiente punto.
- Aceptar nuestra imperfección nos muestra un camino de crecimiento, en una vida orgánica donde todo está por hacer. Y eso es una buena noticia. Quien cree haber llegado a algún sitio ya empieza su decadencia. En cambio, saber que nada está terminado nos infunde esperanza y nos impulsa a actuar.
- Saber que todas las cosas y personas son efímeras, admitir que nada es para siempre es una invitación a vivir plenamente cada momento. Recordemos la filosofía de Ichigo-ichie: lo que vamos a vivir no se repetirá nunca más. El hecho de que cada instante sea único e irrepetible es lo que le da valor.
Tras reflexionar sobre la esencia Wabi-Sabi de la realidad, seguimos caminando por el bosque siguiendo un riachuelo entre grandes árboles y piedras cubiertas de musgo. Finalmente encontramos un claro de sol bajo un roble de hojas doradas y nos sentamos allí, como los siete dignatarios del bosque de bambú.

En mi audiolibro La era Axial cuento que en el siglo III había en China un grupo de poetas excéntricos que se reunían en el bosque para hablar de temas metafísicos y leer poemas. Entre ellos, era muy célebre Liu Ling por emborracharse a diario y practicar el nudismo dentro de su cabaña.
De él se cuenta que, en una ocasión, un visitante llamó a su puerta y quedó asombrado al encontrarlo sin ropa. Liu Ling respondió de este modo a la sorpresa del recién llegado:
–Tomo el universo como casa y mi casa como vestimenta. De modo que, ¡fuera de mis pantalones!
Los poetas japoneses de haiku también tenían la naturaleza como fuente de inspiración, así que propuse a nuestros “dignatarios” que escribiera cada uno un haiku. Tres versos breves que retrataran un momento de contemplación.
—Las reglas del haiku japonés piden que tenga 17 sílabas —les expliqué—, pero, como somos occidentales, podemos hacerlo de medida libre, siempre que no sean versos muy largos.
Tras un par de minutos de atenta creación, se empezaron a leer los haikus. El mío era:
Canción del agua / Un pájaro lejos / Construye su nido
Una extraña conexión espiritual hizo que una poetisa de Suiza hubiera terminado su haiku justamente con “Canción del agua.”
Hablando de agua, saltamos el riachuelo para regresar poco a poco hacia el hotel rural y cerrar un fin de semana lleno de inspiraciones. Caminando junto a mi bro Andrés Pascual sobre los lechos de hojas secas, este me dice:
—¿Te has fijado en que tu poema tiene la métrica exacta del haiku?
—No… —le contesté sorprendido— Lo he escrito a la buena de Dios.
—Pues cuéntalo: tiene diecisiete sílabas. Por eso suena tan bien.
En nuestro grupo hay un joven del pueblo que había sido pastor. Ahora se dedica al difícil arte de no hacer nada. Tiene 70 vacas, pero se las da a otro para que las cuide y le da la mitad de lo que saca. Durante el confinamiento se compró una bicicleta y dio la vuelta entera a la península para luego seguir por el sur de Francia.
Desde que empezamos el retiro, ha estado observando cada actividad con la curiosidad de un viejo zorro, reticente a decir nada a no ser que le preguntes. Nuestra conversación en el taller de Ikigai fue:
—¿Cuál es tu propósito vital?
—Ser.
—¿Y tu elemento?
—El silencio.
A punto ya de despedirnos, le pregunto:
—¿Qué haces cuando no estás de viaje?
—Estar.
—Entonces eres un maestro advaita.
—Si tú lo dices…
Al despedirnos le digo que de mayor quiero ser como él y se limita a sonreír. Camino ya de casa, recuerdo un poema de José Tolentino, un cardenal portugués de onda zen:
La historia relata lo que aconteció / el silencio narra / lo que acontece.
¡Gracias por estar aquí!
Francesc
Comments
Montse
Gràcies a tu per ser-hi mestre !!!
Francesc Miralles
Guapíssima!!! :** F
Lérida
¡Gracias, Francesc, por estas Monday News!! Es un placer leerlas y reflexionar sobre lo que trasmites!!!
¡Un abrazo muy fuerte!!!!
Francesc Miralles
¡Es un placer y una gran motivación saber que las lees, querida Lérida!
Otro abrazo enorme!!!
Francesc