Buenas noches,
Esta semana quiero hablar de cómo la mirada de un niño revela cambios profundos en nuestra era, una transformación de la que no siempre somos conscientes.
El año 1977 yo tenía 9 años y mis padres me llevaban a menudo al cine. Por aquel entonces, cerca de mi casa había tres salas: el ARS, el Atenas y el ABC, el más grande de los tres y que hoy es un supermercado.
Aquel fue un año de películas asombrosas para mí, ya que pude ver en estreno La guerra de las galaxias, Encuentros en la Tercera Fase y La espía que me amó. De toda la serie 007, esta es la que me causó una impresión más profunda, por la acción constante, la variedad de escenarios y la pareja formada por Roger Moore —mi James Bond favorito— y Barbara Bach, que sigue hoy casada con Ringo Star.
Yo tenía incluso el disco con la canción que de la película, que me fascinaba tanto como esas sombras de chicas desnudas haciendo acrobacias en el cañón de las pistolas. Freud no habría dudado en cómo interpretar eso.
No la había vuelto a ver desde entonces y, aprovechando que en el cine Phenomena hacen reposiciones, al saber que la echaban fui con mi compañera y dos niños de 10 y 11 años, mi hijo y su amigo Lucas. Desde que volvieron a abrir los cines, vamos cada semana —una al Verdi, otra al Phenomena— como acto de resistencia, porque no quiero que cierren. No me gusta pensar en un mundo sin cines.
Así pues, nos plantamos a las 15:40 en este cine magnífico, de pantalla gigantesca y sonido espectacular. Decorado de rojo en un estilo sesentero, al entrar pasas por una alfombra con la inscripción REALITY ENDS HERE (la realidad termina aquí). Y ciertamente es así.
Empieza la película y los niños se asustan de lo fuerte que está el sonido. Luego me sumerjo en el revival de aquella aventura que tan alucinado me dejó siendo algo menor que ellos. Para los que no la recuerden, el mejor agente de Gran Bretaña (007) y la mejor agente rusa (XXX) luchan por recuperar un microfilm pero, tras ponerse de acuerdo ambos países, trabajarán juntos para resolver el robo de dos submarinos nucleares.
Aunque la película tiene detalles que hacen sonrojar, en especial la fijación por el flirteo de James Bond y un lenguaje seductor ya casposo, se aguanta perfectamente por la acción trepidante, el humor y el carisma de los personajes. Pocos malos resultan tan entrañables como Tiburón.
La película termina con Barbara Bach y James Bond en la cama dentro de una cápsula de salvamento, que es recuperada por los ministros ruso y británico, que le grita a 007: ¿Qué está haciendo Usted? Y 007 responde: Dejando bien alto el pabellón de nuestro país.
Con esta frase ridícula termina la película, que con todo es un entretenimiento de primerísimo nivel. El mismo Christopher Nolan reconocía hace poco en una entrevista que La espía que me amó marcó profundamente su carrera y que ha influido en toda su obra, incluyendo Tenet.
Pero volvamos a los niños, que fueron arrastrados a esta sesión sin saber ni qué iban a ver. Cuando le pregunto a Lucas qué le ha parecido, me contesta:
—Me ha gustado todo, menos la chica.
—¿Ah, sí? —le digo sorprendido— ¿Qué problema tienes con la chica?
—Si XXX es la mejor agente de toda Rusia, ¿cómo es que no hace nada? Se pasa toda la película diciendo: “¡Oh, James!” “¡Ayuda, James!
Touché. Un niño de esta edad puede leer el machismo absoluto que había en el cine de la época, donde en una cinta de aventuras la mujer solo podía aportar su belleza y ser salvada por el macho Alfa. No contaba para nada más.
Cuando pregunto a mi hijo qué le ha parecido la película, me suelta:
—Es aburrida.
—¿Aburrida?
—Sí, desde el principio sabes que estos dos se van a salvar de todos los peligros y cómo va a acabar la aventura.
Otra verdad como un puño.
Revisar esta película y escuchar la opinión de los niños me ha hecho dar cuenta de cómo ha cambiado el mundo en las últimas cuatro décadas. Siempre nos estamos quejando, pero los avances que se han logrado son importantísimos, sobre todo en cómo los niños perciben el mundo.
Ellos marcarán la pauta de temas vitales como la igualdad de géneros, la ecología y muchos otros asuntos esenciales para una vida que merezca la pena ser vivida.
Mi pregunta es cómo, de aquí 40 años, nos verán a nosotros y a nuestra percepción del mundo. Tal vez resultaremos tan patéticos como Bond al final de esta película. Será buena señal que sea así, ya que eso significa que seguimos progresando.
¡Feliz semana!
Francesc