Buenas noches,
Cuando estrenaron Lost in Translation, en el 2003, me fascinó la situación de los protagonistas, que pasan el tiempo sin poder dormir en un gran hotel. Se encuentran en Tokio, pero podrían estar también en la Luna, ya que apenas salen. Se limitan a mirar el mundo desde lo alto del rascacielos.
Casi dos décadas después, me encuentro a menudo en la misma tesitura. Hace unos pocos días, aterricé en Caracas para dar una conferencia. Al llegar era ya oscuro, y un coche me esperaba para llevarme al hotel, en una habitación alta desde la que se adivinaba la sombra de una gran montaña.
No conocía a nadie en la ciudad, así que me quedé ahí leyendo. Primero cayó una novela de Murakami que tenía pendiente. Luego me sumergí en una autora que no conocía: Delphine de Vigan. No y yo logró conquistarme. Cuenta la historia de una adolescente menuda y superdotada que se propone salvar a una chica sintecho al borde del abismo. De regreso, estoy leyendo con placer otra obra de esta autora: Nada se opone a la noche.
Devorar libros es de las pocas ventajas que tiene hacer larguísimos viajes para hablar una hora en un escenario y luego volver. Cuando estoy en Barcelona voy tan ocupado que me cuesta horrores leer unas páginas cada día.
Hay algo muy melancólico en la profesión de conferenciante, una particular clase de soledad que refleja bien la cara de Bill Murray en la película, aunque él acude a Japón para hacer anuncios de whisky.
Estás solo en los vuelos de diez o doce horas en total, en el asiento trasero del coche que te lleva aquí y allá, en la habitación desde la que miras una ciudad que no llegarás a conocer.
Tras una noche despertándome a horas absurdas por culpa del jetlag, cuando abro las cortinas por la mañana puedo ver mejor la montaña, una de las que encierra Caracas. Es más alta aún de lo que me imaginaba y está cubierta de un verde húmedo y selvático. Unas aves enormes danzan en círculos delante de mi ventana. Me pregunto si serán cóndores.
Desayuno en soledad y a la hora convenida bajo al hall para que otro chófer me lleve al centro de convenciones. Allí 800 personas llevan desde las ocho de la mañana asistiendo a diferentes actos y ponencias. Veo algunos de ellos y hacia las cinco me toca subir al escenario. Expongo mi tema e invito a subir dos empleados, el más veterano y el más nuevo de la compañía, para que compartan sus experiencias. Luego hay un turno de preguntas y respuestas.
Se hace de noche y me animan a que me una al cóctel con música que se ha organizado en la terraza del auditorio.
Aunque esté rodeado de gente, se trata de otra clase de soledad. Aquí todos se conocen y llevan mucho tiempo queriendo encontrarse. Se abrazan, ríen y charlan en voz alta. Yo soy un elemento extraño que pulula por ahí con un vaso de ron en la mano. De vez en cuando recibo felicitaciones y tengo alguna breve conversación, pero soy consciente de que no formo parte de la fiesta.
Hacia las diez de la noche, me escabullo hacia uno de los autobuses previstos para regresar al hotel. Tras otra noche de sueño intermitente, por la mañana vuelvo a contemplar la montaña y lo que creo que son cóndores. Media hora antes de partir, el personal del hotel me hace participar en un simulacro de incendio. Me veo bajando las escaleras de emergencia con mi maleta a cuestas.
A la hora prevista, me llevan de regreso al aeropuerto. Allí un celoso funcionario me inspecciona hasta el último calcetín. El avión sale cuatro horas tarde y temo por la conexión a Barcelona. Mientras tanto, el aire acondicionado está tan fuerte que, pese a taparme con una manta, pillo un catarro monumental que aún arrastro.
Tumbado en mi asiento, intento coger el sueño leyendo un poco más a Delphine de Vigan. Ella no lo sabe, pero es mi única amiga en este cilindro que atraviesa la noche sobre el gran océano.
(La semana que viene prometo escribir un relato más divertido.)
¡Feliz semana!
Francesc
Comments
Maria
Oh Francesc, aunque no soy conferenciante como tú, viajo, me gusta viajar y muchas veces vivo tu experiencia, desde que mi esposo amado PARTIÓ al eterno espacio y ahora es mi SOL, siento esa soledad aunque ESTÉ rodeada de multitud. pero te has puesto a pensar que casi siempre podemos darle razón al gran JUNG? “La soledad es peligrosa. Es adictiva. Una vez que te das cuenta de cuánta paz hay en ella, no quieres lidiar con la gente”.
Un abrazo, y pronto IRÉ a Barcelona a buscar otro libro tuyo,
Maria
Francesc Miralles
Siento mucho lo de tu esposo, querida Maria! Y me encanta la frase que compartes de Jung :))) Avisa cuando vengas a Barcelona y, si no estoy de viaje, tomamos un té
Magnolia Romero
Gracias por desnudar tu alma Francesc, ¡éso es de valientes! Me hace sentir que no voy caminando sola en éste camino. Que mi sentir es parte del proceso y que sigo siendo un ser humano con mucho aprendizaje por delante. ¡Me encantó leerte, atrapaste mi atención! Abrazo a la distancia 💞
Francesc Miralles
Muchísimas gracias, Magnolia, por tu atención y amabilidad!!! 💞
Yerutí
Querido Francesc, este relato tan bonito, ha creado en mi mente una “nueva Lost in translation” fascinante, la verdad me gustaría verla en la gran pantalla, sin embargo, percibo en tu relato algo de lo que comenta maría, me da la impresión que hay un cierto goce en esta observación del resto del mundo desde tu vida interior, o tal vez estoy proyectando. La vida nos trae momentos para compartir y momentos de soledad, me da la impresión que tú los disfrutas todos como es debido. Un abrazo.
Francesc Miralles
Así es querida Yerutí! Un abrazo muy fuerte!!
Angeles
Francesc, como observadora del prólogo DE este viaje, me alegra saber que llegaste a visitar Caracas. Nos deslumbra una vida de viajes y vivencias sin pararnos a pensar en la cara b… Que tan bien describes. Suerte que sabes encontrar ahí también amigas como delphine y oportunidades como la de leer… Y esos cóndores darían para un buen cuento, que mensaje traerían? Gracias por compartir!
Francesc Miralles
Gracias por tu siempre bello y amable mensaje, queridísima Ángeles!!!
Jose angel Montero berzosa
Querido Francesc ! Antes de leer este post, te envIDiaba , ahora no lo se … me creA dudas …en fin … puestos a ensoñar con Lo que envidio y no tengo … echo De menos a mi SCArlett johAnsOn partucuLAr .escribire un libro sobre esto , sera mi primer libro .
NaMaste
Jose a. Montero ( monty )
Francesc Miralles
Namasté!
Mari Carmen
Yo he percibido una sensación parecida, el primer día de un curso, o al comienzo de algún trabajo. Incluso en los cumpleaños de mi hija mayor, cuando no coincido con los padres o madres con los que suelo hablar. Todos nos sentimos extraños en muchas ocasiones, aunque no sea en las mismas circunstancias. Ojalá esos muros que construimos para protegernos se derrumbasen y pudiésemos estar más cerca unos de otros. Quizás entonces sería todo diferente. Tomar un café con cualquier persona, Solo por el gusto de conversar y compartir vivencias. Sin compromisos, sin intereses. Aunque de la soledad y melancolía nacen grandes obras. Un gusto leerte.
Francesc Miralles
Muchas gracias por tu reflexión, querida Mari Carmen 🙂
rocio
Hola Frances, que gusto leerte y muchas gracias por compartir este relato con el cual muchos nos identificamos en algun momento, y como bien dices, los libros son nuestros mejores companeros De viaje. Justo recientemente en un viaje a la ciudad de mexico, me acompano un libro que tu mencionaste en un podcast y que me atrapo desde la primera pagina “la biblioteca de la media noche” asi que muchas muchas gracias por la recomendacion. Deseo que la audiencia en caracas haya disfrutado de tu ponencia ya que en mi caso me encantaria poder asistir algun dia a una tuya. Ahora radico en Phoenix arizona asi que si tienes planes de estar por aqui algun dia, haria todo lo posible por estar Ahí.
Finalmente deseo que te recuperes pronto de ese catarro y estes disfrutando de tu bella espana. Saludos afectuosos y llenos de gran admiracion. Pd. Una disculpa por los cambios en mayusculas y minusculas y manejo de tildes, de alguna forma no puedo cambiar a minusculas ahora que escribo!! Hasta pronto!
Francesc Miralles
Muchas gracias por tus palabras, querida Rocío!