Buenas noches,
Este lunes hablaré de cómo, hace unos días, cumplí con un propósito que me hice cuando empecé a liberar mi agenda: retomar pasiones abandonadas tiempo atrás.
Como toda persona con historia, tengo mi lista de cadáveres de cosas que dejé de hacer, muchas veces sin saber por qué.
En mi época de estudiante hice de actor de teatro amateur, escribí un par de obras y dirigí otro par. Abandoné aquel mundo cuando empecé a dedicarme a otras cosas, y a menudo pienso que me gustaría volver a probarlo.
Mucho antes en el tiempo, en mi pleistoceno particular, pasé por un único año de formación como pintor. Desde pequeño yo llenaba carpetas de dibujos llenos de monstruos sangrientos que horrorizaban a mi madre. Llegó a llevarme a un psiquiatra para que determinara si aquella imaginería era normal. El buen hombre no supo que decir.
Influido por un primo artista que era como hermano mayor para mí, hacia los trece años fui a una escuela de pintura de Sant Gervasi. Creo que se llamaba L’Arc. Un día por semana, me plantaba frente al caballete, en un taller con una quincena de pintores, y daba rienda suelta a mis visiones con todos los colores a mi disposición.
De vez en cuando, el maestro se detenía a ver mis obras y me hacía observaciones del tipo:
“Pinta la segunda montaña de un color distinto, así el cuadro ganará relieve.”
O bien:
“¿Por qué en tus cuadros hay siempre tipos fumando?”
Pincel en mano, yo iba a lo mío, y aquel curso llegué a meter en una gran carpeta una veintena de láminas acabadas. Por aquella época, mi timidez hacía que no hablara con nadie. Solo pintaba. Con el inicio del bachillerato, que significó mi entrada en el mundo del punk, no regresé al taller.
Y no volví a tomar los pinceles hasta… el pasado viernes, es decir, 38 años después. El épico retorno tuvo lugar en un taller especial de una escuela centenaria de Barcelona. Digo especial porque con el precio de la clase recibes una copa, ponen música y tienes dos horas y media para pintar en un entorno como el de una película de David Lynch.
Hay un/a modelo y se trata de dibujar al natural siguiendo las indicaciones de la profesora, que va proponiendo distintas técnicas y retos.
Al llegar con mi bolsa de materiales de la tienda Piera, al lado de artistas que llevan años acudiendo al taller, me sentí como un bebé desvalido. Mojar el pincel en el bote de tinta para atacar la lámina era como reaprender a caminar. Cada nueva instrucción de la profesora era un sobresalto para mí:
“Tenéis tres minutos para dibujar el contorno de la modelo.”
“Ahora quiero que plasméis el movimiento, no va a dejar de moverse.”
“Vamos a pintar sin mirar la lámina en ningún momento, no apartéis los ojos de la modelo.”
“Ahora con la mano izquierda. Sí, quiero que lo hagáis con la mano izquierda.”
De vez en cuando, la profesora pasaba por mi lado y comentaba mis engendros, de los cuales he reunido aquí algunas muestras. Elogió algunos de ellos, no sé si para animarme, o porque cuando lo haces tan mal puede parecer que estás transgrediendo y, por lo tanto, tienes algo de genio.
En todo caso, pasados los nervios iniciales, a lo largo de la sesión de pintura sentí un bienestar desconocido. Creo que se debe a varios factores:
(1) Tras estar todo el maldito día pegado a pantallas, un par de horas de actividad totalmente analógica, marraneando con lápices, pinceles y carboncillos, supone una alternativa de lo más relajada.
(2) En mi vida cotidiana suelo yo quien enseña a otros. Sea a través de conferencias, cursos, clases o presentaciones, siempre trabajo con cosas que sé hacer. Pero en ese taller de pintura, de repente, volvía a no tener ni idea de nada, como cuando era un cero a la izquierda en la escuela. Es un extraño placer volver a ser el peor de la clase.
(3) Dibujar y pintar, como hacen los niños, es divertido y salen cosas inesperadas. La sesión, de hecho, confirmó mi teoría de los grifos creativos. En cuanto abres uno, haciendo una actividad artística concreta, desbloqueas el resto de canales creativos. Tras la clase de pintura, al llegar a casa, de repente se clarificó una trama de novela que llevaba tiempo bloqueada.
Si quieres vivir esta clase de sensaciones, te invito a que retomes alguna pasión del pasado o que hagas algo que no dominas en absoluto, como fue mi caso. La magia de no tener ni idea producirá milagros.
¡Feliz semana!
Francesc
Comments
Núria
Quina experiència tant creativa i gratificant ! Me n’alegro molt de la teva nova font d’inspiració , de la que els teus lectors en sortirem beneficiats !!!! Namasté!!!
Encarnación Sánchez López
Como siempre me ha encantado y me he reido, eres genial explicando todo,¿ dispuesto a continuar pintando? Es muy relajante, gracias por ser como eres
Francesc Miralles
Ahora ya estoy apuntado a ir un día por semana… ¡No hay escapatoria! Gracias a ti, Encarnación :))
Reyes
Por fin leo que alguien a quien admiro escribe sobre el sentimiento de impotencia ante una nueva experiencia, algo tan sencillo como tomar una clase y se convierte en un monstruo que te devora y cuando está a punto de torturarte entre sus fauces te despiertas y disfrutas de la realidad que no es nada de lo que soñabas y sientes satisfacción ante lo que tienes entre tus manos…puedes hacerlo vas a crearlo, es tuyo.
Francesc Miralles
Es una gran satisfacción, Reyes, no saber nada de algo y aún así hacerlo y divertirse. ¡Un abrazo muy fuerte!
Anna
Me encanta ? ¡gracias por compartirlo!!
Karen (alumna)
Hola Fransesc,
Sóc karen, M’ha encantat aquest post, es un plaer fer hobbies que t’omplin l’ànima. jo aquests dies també estic fent un detox de les reds socials i no saps quan disfruto la vida analògica. Espero que s’acabi prompte això del covid, i poder tornar a barcelona a fer cursos, xerrades o tallers inspiradors i creatius o DESCOBRIR nous llocs, com aquest que acabes de recomanar.
Francesc Miralles
Tu ets una persona molt creativa, estimada Karen! Petons grans!!
Lérida
¡Preciosa experiencia FRancesc!, Yo también hace tiempo fui un año a un curso de pintura, me resultó una hermosa experiencia, y cada tanto, siento ganas de retomarla… ¡Lindo que sigas compartiendo!!! Un fuerte abrazo
Francesc Miralles
A ver si este 2021 tienes tiempo de retomarlo, querida Lérida!!! Abrazos!!
Ana Cruz
Grande ese momento David Lynch en enero 2021 treintaymuchos años después de ir al L´arc de sant gervasi. Otro ejemplo de que la vida es la mejor novela. Me encanta la diversión personal que destila tu texto. La alegria es la mejor maestra. Da ganas, entre otras cosas, de desentramar las tramas. Felicidades Francesc.
Yo este año también he decidido atreverme con un cadaver enterrado a mis 19 años.
Francesc Miralles
Ya contarás cuál es ese cadáver enterrado :))) ¡Abrazos fuertes!
Ana
Escribir una novela ?
La dejé medio muerta a los 17 años y bueno, en ello estoy. Si la consigo levantar os lo cuento. ?
Francesc Miralles
Adelante con ella, Ana :))