Buenas noches,
Para mí estos son días de actividad intensa por partida doble, pues al multiplicarse los actos on line me falta tiempo para hacer el trabajo que paga las facturas. De buena mañana, el día parece un viaje sin fin pero, por la noche, te das cuenta de que ha pasado como un suspiro.
Curiosa experiencia del tiempo la que estamos viviendo estos meses.
Mi momento favorito de la jornada es a primera hora de la mañana. Sobre las 7 me siento frente al ordenador para tratar de ponerme al día de una lista de tareas que nunca mengua. Como aún es temprano, mientras tomo el primer té permito que mi mirada vague por el ventanal abierto.
Una claridad anaranjada tiñe las nubes creando el escenario de un sueño. O tal vez esté “despertando de un sueño”, como describía Bruce Lee el satori, la iluminación abrupta del zen.
Durante mis años de estudioso del budismo, me interesé mucho por el tema de la iluminación. Pensaba que era algo que podía ser adquirido a través de una intensa práctica de la meditación.
Hice tres retiros solitarios de una semana en un monasterio de las Alpujarras donde viven budistas tibetanos. En una minúscula cabaña sin electricidad ni agua caliente, me levantaba al alba, meditaba, leía, escribía, meditaba, paseaba, meditaba… Así un día tras otro.
En mis paseos cuidaba mucho de no acercarme a otras cabañas, ya que durante es espacio mínimo de una semana no debía de tener contacto con nadie. Algunas veces mis pies me llevaban hasta la estupa, un pináculo sagrado que contiene reliquias y alrededor del cual giran los monjes y meditadores.
Aunque estaba obligado permanecer en silencio, una tarde encontré allí a una monja que residía en el monasterio, así que no pude evitar preguntarle:
—¿Es cierto que en este lugar residía un lama tibetano?
—Sí… Murió de viejo hace poco.
—¿Y estaba iluminado?
La monja me miró con cierta sorpresa, antes de responderme:
—No.
—Pensaba que los lamas estaban iluminados.
—Pues no lo están —dijo antes de marcharse.
Esta conversación me dejó en estado de shock. De regreso a la cabaña, mientras me preparaba un té bajo la escasa lumbre de la vela, me pregunté: “Si ni siquiera los lamas, que dedican toda la vida a esto, se iluminan. ¿Qué sentido tiene que esté yo aquí?”
Años después, pienso que quizás no sea sensato aspirar a tanta luz. El budismo zen tiene un formato más manejable y humano para ese despertar que yo buscaba, y se llama satori.
No es una iluminación permanente e irreversible, como la que mencionan los textos tibetanos, sino un fogonazo de comprensión que puede llegarte en cualquier momento.
Por unos instantes, ves la existencia sin filtros, sin expectativas ni juicios, sin pasado ni futuro. Simplemente vives. En esta fase de mi existencia, creo que lo más parecido a un satori son esos primeros momentos del alba, en los que solo existe el lienzo de las nubes y la taza de te en mi mano.
En su libro One Taste, Ken Wilber explica esta clase de visión con mucha belleza:
“Temprano por la mañana, el sol naranja se eleva lentamente, brillando con una claridad luminosa y vacía. La mente y el cielo son uno, el sol está saliendo en el vasto espacio de la conciencia primordial, y eso es todo. Yasutani Roshi dijo una vez, hablando del satori, que era la realización más preciada del mundo, porque todos los grandes filósofos han intentado comprender la realidad última pero no lo han logrado, pero con el satori o despertar tus preguntas más profundas tienen finalmente respuesta: es solo esto.”
¡Feliz semana!
Francesc
Comments
Lérida
Muy bonito el post. Qué lindas experiencias compartes!! Y…sí, «curiosa experiencia del tiempo la que estamos viviendo estos meses»… Días mejores, otros no tanto… A veces, gana la «depre» y no sabes por dónde empezar. Los tuyos, están llenos de actividades que nos enriquecen y dan ánimos a todos. ¡Gracias por todo lo compartido, ayuda y mucho! ¡Un fuerte abrazo!
Francesc Miralles
Es normal tener altibajos después de meses de provisionalidad. Me alegra saber que aporto algo de alegría y entretenimiento en estos días difíciles. ¡Un abrazo muy fuerte!
Maria Rosa Belmonte Molina
PRimera lecTura matuTina. Un placer. EsperaNdo el satori
Francesc Miralles
El satori llega en cualquier momento. ¡Un abrazo!
francisco
Cuanta verdad, si ya lo dice el refranero, quien madruga Dios le ayuda, y así es, en los amaneceres pueden ocurrir las cosas más bellas. Mi experiencia más potente espiritualmente fue en un amanecer después del alba en el inicio del camino de Santiago por tierras de Sant Joan de Pied de Port, con la mirada de un pajarillo y al fondo estaba rompiendo el día, fue todo tan intenso que empecé a ver una luz muy potente en los ojos del pajarillo, o era en mi interior, no sé, yo digo que vi a Dios. Pues pensé que mantendría la costumbre de madrugar y ver amanecer el resto de mis días, pero eso es algo que se quedo en el camino, y eso sí, se quedo el mirar al sol y saber que hay que vivir el día antes de que se ponga, otro momento idílico y trascendente, yo creo que son dos momentos mágicos de conexión con el universo, no sé si exterior o interior, pero bonitos, feliz semana, como digo yo, necesitarás vacaciones después de este confinamiento…
Francesc Miralles
Qué bella experiencia la del pájaro y el amanecer… Sin duda viste a Dios, que se manifiesta en todas las cosas y en uno mismo. Quizás todos necesitemos vacaciones de estas vacaciones :))) ¡Abrazos!