Buenas noches,
La semana pasada no escribí porque estaba de viaje en la India. En enero debo volver para participar en un festival de literatura, pero la misión de este era acompañar a un grupo de amigos al sur de un país que siempre depara sorpresas.
De mi anterior aventura por aquí hacía casi un cuarto de siglo, así que me preguntaba qué quedaría del Bombay que conocí cuando escribía mi primera novela, de la verde Kerala y las tranquilas calles de Fort Kochi.
La capital económica —y cinematográfica— de la India poco tiene que ver con la de aquel primer viaje. Por la calle ya no circulan elefantes como animales de carga, afortunadamente para ellos, ni hay vacas que corten el tráfico. Estos elementos que sorprendían a los viajeros de antaño han desaparecido. A la vez, se ha multiplicado el número de coches y motos que mantienen la ciudad bajo una nube de polución en la que a veces cuesta respirar.
Ahora hay carreteras y autopistas por todas partes, signo de un país con gran crecimiento económico y que es ya toda una potencia tecnológica. A medida que llega el progreso, la tradición va quedando relegada a un segundo plano. Prueba de ello es que esta vez no he visto un solo sadhu —peregrino hindú que lleva una vida de renuncia— en nuestra andadura por el sur.

Dicho esto, la India es siempre el territorio de lo inesperado. Para llegar a Ellora y Ajanta, dos tesoros arqueológicos dolorosamente remotos, tuvimos que hacer tiradas en taxi de hasta 11 horas por caminos polvorientos. En el primer yacimiento éramos los únicos visitantes extranjeros, con lo que las familias nos pedían constantemente hacerse fotos con nosotros.
Tratados como celebrities por el solo hecho de ser blancos y europeos, al llegar al segundo yacimiento nos rodeó una marea de chicas para solicitar autógrafos en sus cuadernos escolares.
Antes de empezar la larga ruta hacia Goa, nuestro siguiente destino, nos alojamos en Aurangabad. Los cinco viajeros habíamos reservado tres habitaciones en un hotel algo singular. Para obtener el código del wifi, el recepcionista nos pidió que subiéramos a nuestras habitaciones y esperáramos allí. Él nos llamaría personalmente por teléfono a cada uno para revelarnos el código que nos correspondía.
Sintiéndonos agentes de la CIA, al bajar le preguntamos dónde había un lugar donde tomar una cerveza en la ciudad. Tras interpretar que éramos todos gays —eso lo dedujimos luego—, nos envió a un bar subterráneo iluminado por tenues luces azuladas.
Nada más entrar, mi amigo JR fue abrazado con fuerza y besado en ambas mejillas por un desconocido. Los demás fuimos agasajados con una fuente de manzanas por un grupo de hombres de la mesa de al lado. Nos tomamos una cerveza bajo la atenta mirada de los pocos clientes que ocupaban aquel zulo.
Al levantarnos para salir, uno de los chicos de la mesa de al lado abrió la boca para mostrar a nuestro compañero Tolo una manzana de pequeño tamaño que sostenía en la lengua. Sin entender aún dónde estábamos, fuimos a un hotel a preguntar dónde era posible ver el Mundial de fútbol. La recepcionista nos volvió a llevar al bar subterráneo.
Esta es solo una de las muchas anécdotas que nos pasaron en la India. De Goa volamos a Kerala y yo perdí el móvil por el camino, con lo que tuve que hacer el resto de viaje ya sin teléfono.

En Fort Kochi nos alojamos en un hostal muy acogedor, el Fort Bridge View, regentado por dos encantadoras hermanas tibetanas. Al curiosear en la biblioteca vi que tenían cinco libros míos. Tres ejemplares de Ikigai, uno de El Método Ikigai también en inglés, y la versión británica de Amor en minúscula.
Cuando mis amigos les dijeron que tenían alojado al autor de esos libros, se quedaron patidifusas. Una de ellas había leído Ikigai tres veces y aseguró que era su libro favorito. Me pidieron dedicatorias y nos hicimos muchas fotos. Les prometí volver a visitarlas en enero y traerles otros libros.

Esta madrugada regresaremos a casa los tres viajeros que aún quedamos por aquí. Estamos cansados pero felices. Como siempre, los verdaderos monumentos de este país son las personas, que con su cariño y humanidad te hacen sentir parte de algo más grande que ti mismo. ¡Gracias por cuidarnos tan bien! Y gracias, a ti que me lees, por viajar con nosotros.
Te deseo una muy feliz semana,
Francesc
PD. Este miércoles presentaré LOS SOÑADORES en Madrid en la librería LOS PEQUEÑOS SERES (Ribera de Curtidores 19) a las 19:30, y el jueves en Barcelona en la librería BYRON (c/Casanova 32) a las 19:00.
Comments
Marta
Qué experiencia tan maravillosa querido Francesc…me hiciste reír mucho…confundidos por gays…😅la travesía para llegar a vuestros destinos…encontrar admiradoras de tus libros…locura…LOCURA…te admiro enormemente….qué alegría la presentación de tu libro📚Congrats☺️se viene la final…el domingo Francia vs Argentina🤍💙🇦🇷🙏fuerte emoción…❤️🌹abrazo enorme🫂
Francesc Miralles
Mucha suerte e inspiración para el domingo, Marta! Ya es un gran regalo estar en la final 🙂 Abrazos fuertes!!
Marta
Muy feliz querido Francesc como te IMAGINARás…🤍💙🇦🇷🙏ha sido una gran Fiesta en Argentina…la.Fiesta del Amor…APROVECHO ESTa vía para desearte unA preciosa Navidad🌲🎅🥂🥂🍾🎁🎁y que la dicha te acompañe siempre para seguir adelante con tu talento Tan inspirador…❤️🌹Un fuerte abrazo y bendita Navidad para todo el grupo❤️🌹🙏🌲